*Un ejercito de sexys vampiros, cazadores de sombras y hombres lobo a rescatarme del aburrimiento* (Lo se, demasiado irreal)
Lo bueno es que ya libre de mi prisión y feliz de que aprobé todo. Vuelvo a ustedes con el siguiente capítulo de Exponentia y en compensación el trailer de !Ciudad de Hueso! para quien no lo ha visto.
Pronto subiré un video de mí opinando sobre esta pelicula que promete ser memorable!!!
Disfruten...
El agua golpeaba la espalda de
Adrian. Mientras que su brazo se apoyaba firmemente en la pared de en frente.
Llevaba casi media hora con el chorro
de agua fría sobre su piel bronceada pero por otra parte, era la única manera
de pensar con tranquilidad y dejarse llevar.
Tenía la cabeza revuelta por muchas
cosas. La carta, el cofre, Nathan, los chicos nuevos, Clea, Melody y el libro.
Eran muchas cosas en menos de un día. Y eso sin mencionar lo extraño que se
sentía esa mañana.
Sus pensamientos variaban entre
preguntas normales sobre lo que pudo ocurrir para que Allen no cumpliera su “objetivo” hasta las hipótesis más
extrañas de cómo los ojos azulados de Clea brillaban de esa forma cada vez que
lo miraban. ¿Eran alucinaciones suyas? ¿Algún pensamiento extraño que se colaba
en su mente para torturarlo? ¿Algún tipo de visión que le hacía ver que cada
día que pasaba, la realidad se volvería más extraña?
No podría ser nada de eso. No
estaba loco, de eso estaba convencido, pero aún así con su cordura intacta no
podía cuestionarse aquella cosa antinatural. Porque no era normal ¿cierto?
Adrian cerró la llave y de repente
aquel chorro de agua se volvió tan solo pequeñas gotas sobre su piel. Sin
embargo, ni se inmutó. Siguió sumido en sus pensamientos y sobre todo estaba
concentrado de nuevo en aquel libro.
…Existieron diferentes grupos de hechiceros y magos durante varios
periodos. Muchos de ellos, fueron perseguidos en la Inquisición y en periodos
previos a esta…
…Varios de los principales magos se empezaron a llamar dependiendo de sus
habilidades y de las capacidades que podían tener sus poderes…
…Los Protecta. Los magos encargados de proteger a los demás grupos de
cualquier amenaza que los aceche. Manejan todos los elementos y son capaces de
canalizar fuentes de energía para liberarlas en hechizos de protección e
invocación.
…Los Natux. Guardianes de la naturaleza, manejan los cuatro elementos sin
embargo concentran su poder en uno en especial. Normalmente manifiestan una
conexión con su elemento de manera significativa. Se encargan de controlar el
equilibrio entre lo natural y lo sobrenatural.
…Los Magicka. Sirvientes de los Protecta. Son de agudos sentidos, manejan
conexiones con el día y la noche. Dependiendo de su maestro.
… Los Dar…
− ¿Adrian? –una voz simple y
dulzona se coló por los azulejos. Una voz que dejó frío a Adrian en la ducha.
La voz de Melody.
− ¿Adrian? ¿Estás ahí? –preguntó
aún más fuerte
Adrian se quedó quieto. No quería
decir nada. Había sido bastante extraño lo de esa mañana y no quería explicarle
a Melody su comportamiento con tantas cosas en la cabeza.
― ¡Vámonos Mel! Ya debió haberse
ido –Clea dijo haciendo sonar como mascaba un chicle.
Un silencio.
―… ¡No hagas eso! Además Mel, es
demasiado pronto. No creo que lo crea, en serio –sus zapatillas resonaron en el
suelo de azulejos.
― Es un tarado de todas maneras
–una voz masculina, al parecer de Victor –No entendería ni porque se lo
explicaras con dibujitos
― ¡Pues tarde o temprano tendrá que
entender! –le gritó Clea.
― ¡Oye! Solo trato de hacer nuestro
trabajo. Tenemos un mes de todas maneras –respondió Victor.
― ¡Eres un perezoso pedazo de
idiota! –Clea parecía realmente molesta.
― ¡Ya basta! –Gritó Melody –Clea
tiene razón. Tenemos que esperar.
Uno tras otro, los tres pares de
zapatos desaparecieron en el eco del pasillo del baño. Adrian estaba
petrificado ante esa discusión tan extraña. No conocía a Victor salvo por su
mirada asesina en el comedor la noche anterior y de cómo después. Su voz se le metió en la cabeza –porque
ahora no tenía duda. La voz en su cabeza pertenecía a Victor.
Adrian tomó su toalla y se la anudó
a la cintura antes de correr aquella cortina gris plástica y caminar dando
pasos pequeños con la conversación en su mente como si fuera una canción que se
repite y se repite. No entendía qué hacían esos tres buscándolo. Que él
supiera, nunca había hablado con Clea ni con Victor, solo había cruzado miradas
con ellos quienes a su vez, respondían de maneras muy extrañas: una con los
ojos antinaturales –demasiado –y el otro, metiéndose en su mente. Y pues…
Melody. Ella le había hecho una lección de reacción esa mañana y había
preguntado su nombre al parecer.
No tenía ninguna relación para que
él estuviera en sus conversaciones. O bueno, eso creía.
¿Qué tendrán que explicarme que sea tan urgente? –pensó.
Su mente variaba entre si querían
explicarle la reacción que tenían los ojos de Clea cada vez que se cruzaban con
los suyos. La atracción que sentía por Melody desde que la vio o cómo diablos
Victor le había advertido no acercársele a Melody sin ni siquiera abrir los
labios.
Cualquiera que fuera lo que tenían
que explicar. Estaba relacionado con él en un nivel que no se podía creer.
En la radio sonaba Paradise de Coldplay. Nathan miraba al
techo mientras lanzaba una pequeña pelota al aire y repetía el proceso.
Adrian estaba con una lata de
Coca-Cola en la mano mientras que en su mente trataba de concentrarse en los
acordes de la música.
Allen había escondido el libro.
Estaba entre una tabla vieja bajo la cama de Adrian, junto con su tarjeta de la
biblioteca y el cofre de su abogado muerto. Allen se había disculpado
diciéndole a Adrian que la señora Giles estaba haciendo una especie de “guardia”
en ese pasillo y que no lo dejó pasar hasta después del desayuno. No tuvo otro
remedio que ir al dispensario a dejarlo allí.
Adrian le pareció extraño. Ni
siquiera sabían que tenían un dispensario aquí. Pero por otra parte, había algo
que en la historia de Allen no cuadraba y era aquella sensación de que alguien
estaba en la habitación. Eso explicaría porque la señora Giles estaba de
guardia en el pasillo. Nunca pasaba eso salvo aquella vez cuando Matt Carton
escondió drogas en su colchón. La señora Giles se había visto obligada a
revisar cuarto por cuarto. No dejaban subir a nadie hasta que aquella
inspección terminara. Obviamente encontraron el paquete y Matt fue enviado al
campo, a una especie de “sucursal” del orfanato hasta que cumpla la mayoría de
edad.
Mayoría de edad. Un mes. Estaban a 22 de noviembre. Adrien
cumpliría los 18 en diciembre. Sería libre esa Navidad. Pero aún no sabía dónde
pasarla. No tenía hogar, ni parientes –vivos al menos no –y el dinero de sus
padres estaría congelado en el banco hasta al menos, tres semanas después de su
cumpleaños.
Crecer apesta.
Adrian dio un sorbo a su Coca-Cola
antes de que la pelota esponjosa de Nathan le chocara en la mejilla.
― ¡Oye! ¡Tierra llamando a McClain!
–dijo Nathan mientras se sentaba al borde de la litera superior.
Adrian escupió algo de la Coca-Cola
debido al impacto, luego, buscó la pelota y se lanzó a Nathan con más fuerza.
― ¿Qué te pasa? –reclamó Adrian
mientras sacudía las gotas de su sábana.
― Eso te pregunto yo –dijo Nathan
–Has estado raro desde que te llegó ese paquete de tu abogado.
Adrian no le había dicho nada a
Nathan de la muerte de Pietri ni de la carta que había recibido. En parte
porque no era de su interés. Y otra, porque casi nunca acostumbraba a hablar de
ello. Era bastante reservado y guardaba muchas cosas en su mente. Cosas que Nathan no podría, ni querría
entender.
Ambos compartían esa
característica. No hablaban del pasado. De todas maneras de qué sirve. Solo
abre heridas y las vuelve más profundas. Y es suficiente con estar encerrados
allí. Esa era la verdadera razón de su amistad.
Despreciaban su suerte.
Allen abrió la puerta con cuidado y
entró en la habitación. Tenía una cazadora marrón y unos vaqueros negros.
Además de una expresión ausente en sus ojos.
Caminó a lo largo de la habitación
y se acomodó en su cama soltando un suspiro mientras ambos brazos cubrían su
rostro. Todos estaban pensativos por alguna razón. Adrian por los dos últimos
días, Nathan por una chica y Allen por algo que rondaba su mente.
Todos hablando en sus pensamientos.
Sin decir una sola palabra en la realidad. Y este silencio, se prolongó por
varios minutos. Nadie quería decir nada, de todas maneras, eran sus
pensamientos. Ajenos a los demás.
Nathan fue el primero en mostrar
algo más que un debate interno. Se incorporó en su cama y empezó a caminar
hacia la puerta de salida, y para la sorpresa de sus dos compañeros, cerró la
puerta tan ligeramente que no perturbó a los otros dos que estaban allí.
Adrian miró la puerta blanca y
escuchó pasos alejarse. Y justo cuando sus oídos no captaron ningún rastro, se
levantó de la cama y abrió su escondite. Sacó el libro y lo puso sobre su cama
mientras sellaba de nuevo aquella tabla. Allen ni se inmutó. Seguía tan quieto
con una estatua y tan frío como un bloque de hielo. Los ojos azules de Adrian
se centraron en su compañero un segundo y luego se encogió de hombros y abrió
el libro donde había quedado: “Poderes”
Suspiró y empezó a centrarse en su
lectura, de todas maneras no tenía mucho tiempo.
― No te entiendo –dijo Allen
cortando el silencio. Sin embargo su postura seguía siendo la misma.
― ¿Entender qué? –preguntó Adrian
tratando de leer unas pocas palabras.
― El por qué te importa demasiado
que Nathan te vea con el libro. Es normal que alguien lea algo en su vida ¿no?
Adrian hizo una mueca.
No ocultaba el libro
específicamente por el hecho de que Nathan lo fuera a encontrar y lo
calificaría de nerd. Sino porque era algo de él. Algo personal y algo que
sinceramente no podía explicar con palabras. La sensación que le producía leer
esas palabras, como si esas páginas estuvieran impresas en su interior.
Era algo personal. Quería ocultarlo
como a todo lo que le pertenecía de esa manera tan personal.
― En realidad… tampoco es lo que
piense él. Es algo mío –soltó Adrian en medio de sus pensamientos.
Allen relajó la mirada y dibujó una
media sonrisa en su rostro. Al parecer no lo iba a juzgar de esa manera.
Luego de ello reinó de nuevo el
silencio. Que de nuevo, Allen rompió.
― ¿Nathan tiene novia? –preguntó.
La expresión de Adrian cambió de
confundida a extrañada. ¿Desde cuándo Allen se interesaba por la vida personal
de Nathan?
― Sí, Chelsea –respondió con una
sensación fría en la espalda. Solo su nombre brillaba de desesperación.
Allen soltó un sonido y luego rió.
― ¿De qué te ríes? –preguntó
Adrian.
― De que le gusta Clea –admitió
Allen de nuevo con una risita.
Adrian abrió los ojos e hizo un
gesto de sorpresa.
Con que la chica rara eran del tipo
de Nathan. Raras y con extraños brillos sobrenaturales en los ojos.
Adrian pensó en Melody y se tragó
sus palabras mentalmente.
Y aqui mi compensación
OMG OMG OMG!!!
Jace :Q
AMOOO! Estos libros y he de admitir que necesito urgente algo más.... Una maquina en el tiempo para que sea 23 de agosto del otro año me vendría bien.
Y ya que estoy taaaan emocionada con este temita, haré una encuesta....
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