Bueno espero que les guste... :D
Hechizos, Secretos, Almas, Herencia, Disputas.
Esas eran las palabras que rondaban
la cabeza de Adrian en cuanto cerró aquel libro de tapa oscura. Tenía la boca
abierta y el leve conocimiento de que algo de él se estaba estremeciendo por
todo lo que había leído.
¡Nunca había memorizado tantas
palabras en su mente!
Los magos son seres de poder que canalizan su magia de alguna fuente de
energía cercana; árboles, el viento, el agua, la electricidad e incluso otros
seres mortales como los humanos…
Se levantó haciendo el menor ruido
posible y dejó la silla en su lugar con un chillido que hizo que Tina se girara
hacia su dirección, caminó lentamente casi como si fuera un zombi. Tenía el
libro en sus manos y no quería soltarlo ya sea porque se había vuelto casi un
adicto a sus palabras, como por la simple sensación de poder y energía que
emanaban esas páginas amarillentas y viejas.
El estante de madera clara de la
señora Coop estaba vacío de presencia pero lleno de libros pequeños y sin
acomodar. Su pequeña silueta y su cara arrugada salieron lentamente del otro
lado con una actitud algo sombría. Adrian tragó saliva antes de poder hablarle.
― ¿Puedo llevarme este libro?
–preguntó.
La señora Coop abrió los ojos
sorprendida y aparentemente alagada como si fuera un poema de amor y no la
hosca y simple pregunta que había sido en realidad.
― Puedes hacer algo mejor: Sacar la
tarjeta de biblioteca. Te permite sacar los libros que quieras –dijo la anciana
alargándole una pequeña tarjeta blanca con el escudo del orfanato que solo consistía
en un círculo con un triángulo dentro de él de color bronce.
Adrian meditó eso un segundo. Solo quería
sacar ese libro y aparte, Nathan lo dejaría en ridículo al llamarlo “ratón de
biblioteca”. Pero por otra parte, el libro era bastante interesante; cuando lo
abrías y el hecho de poder conservarlo un tiempo le dio una agradable sensación
a Adrian. Podría esconder el libro y la tarjeta en algún lugar. Quizá en su
mochila o debajo de una tabla suelta que nunca faltaban en su dormitorio.
Podría leer mientras Nathan dormía y en cuanto a Allen… Era un buen tipo, no lo
iba a considerar un imbécil ni lo delataría.
Adrian aceptó la tarjeta casi con
la mano temblorosa y antes de que la señora Coop pudiera decir algo más. Él ya
había desaparecido tras la puerta.
Miró de reojo el exterior para
cerciorarse de que no había nadie. Y en seguida, se fue corriendo hacia su
habitación sintiéndose con demasiada energía. Eran las ocho así que tendría que
idearse el escondite de su libro y de la tarjeta.
En su trayecto se encontró con
Allen. Llevaba una camisa azulada, unos vaqueros descoloridos y unas Converse
negras. Este tenía el pelo lacio y Adrian se preguntó si se lo había planchado
o qué… Pero en cuanto estuvo cerca de él, se dio cuenta de que solo lo traía
húmedo.
Allen lo saludó.
― ¡Adrian! ¡Hola! –ambos chocaron
las manos como si fueran amigos de toda la vida.
― Hola.
― ¿Por qué tan apurado? La hora del
desayuno acaba de empezar… -dijo Allen señalando el comedor.
― No, no es por eso… Es solo que
tengo que dejar esto en mi habitación –Adrian levantó levemente el libro.
― Wow… ¿Lectura ligera? –se burló
Allen
Adrian soltó una ligera risita
ahogada por el cansancio.
― En realidad no. Solo que bueno,
no quiero que nadie lo vea –admitió
Allen cambió su expresión e hizo un
gesto pensativo.
― Podría guardarlo en mis cosas…
Sabes, no debe ser raro que un chico como yo guarde libros en sus cosas.
― ¿De verdad?
― Claro… Dámelo, lo llevaré a la
habitación
Adrian le entregó el libro y Allen
logró inclinarse un poco debido a su peso.
― Gracias, viejo.
― Bah… Oye ¿sabes por qué mi
hermana me preguntó por ti hoy?
Adrian desvió sus pensamientos del
libro y sonrió a medias… Así que sí había ido a averiguar cosas de él.
Quería parecer relajado aún cuando
en su interior estaba gritando de satisfacción.
― No… Me la encontré esta mañana
que salí a correr. Solo eso.
Allen asintió con entendimiento
antes de despedirse de Adrian con una mano y empezar a caminar por el pasillo
hacia la habitación. Adrian suspiró de alivio.
En ese momento alguien saltó a su
espalda. Y con una risita chillona que le fastidiaba en el tímpano. Adrian se
giró y vio a Chelsea actuando como una chiquilla.
― ¿Qué te pasa? –preguntó Adrian
con un ligero atisbo de mal humor en su voz.
― ¡Gracias, gracias, gracias! –chilló
la rubia haciendo caso a su pregunta y a su tono de voz.
Adrian trató de sacudírsela de la
espalda hasta que por fin escuchó el sonido de los tacones de Chelsea tocar el
suelo de piedra.
― ¿Qué?
―¡Gracias, de verdad Adri! –chilló
nuevamente ella. Chelsea soltó un suspiro antes de hablar –Anoche Nathan vino a
mi habitación a buscarme… ¡Y me pidió perdón! Fue lo más tierno de este mundo y
luego… -Chelsea soltó una risita y se sonrojó –Lástima que me toca compartir
habitación con las nuevas ¡Es una tortura! ¡La punk es un fastidio! ¡Me regó mi
esmalte color terracota intenso! ¿Puedes creerlo? Toda una escena de verdad…
― Aja –se limitó a decir Adrian con
una expresión de inconformidad y extrañes.
Chelsea lo abrazó de nuevo y su
perfume intenso y para nada natural le causó un cosquilleo en la nariz.
― ¡Gracias otra vez! ¡Eres el mejor
Adri! –ella le sonrió y él le respondió a medias aún con su tono de voz
taladrándole el cerebro.
Adrian se encogió de hombros y
caminó hacia el comedor. Sintió una mirada clavársele en la nuca así que se
volvió. Un brillo fucsia lo estudiaba. La chica punk, Clea. Lo miraba como si
esperara algo.
Adrian solo quería desayunar así
que se limitó a entrar en el comedor aún con la certeza de que Clea lo estaba
mirando.
Luego de un omelette, un vaso de jugo de naranja y un pedazo de queso. Adrian
continuaba alerta a la mirada de Clea. Quien, al otro lado del comedor, lo
seguía observando con los pies sobre la mesa.
Nathan estaba hablando de su
encuentro con Chelsea y de lo buenas que estaban sus compañeras de habitación.
Cosa que a Adrian no le interesó en lo más mínimo salvo si se tratara de Melody
quien, para su suerte, Nathan no conocía ni había tenido la oportunidad de
hablar con ella.
Allen se apareció minutos después
con algún tipo de expresión relajada que en realidad solo le hizo ver más
tenso. Saludó a Adrian con la mano y luego fue al lugar donde estaban los
demás: Caleb, Victor, Clea y Melody. ¿Habría escondido el libro? ¿Les diría
algo a ellos sobre su interés en ese libro? No.
Apenas me conocían. ¡Qué ridiculez! Adrian
se limitó a comer lo último de su ensalada de piña y banana antes de dejar los
platos a un lado y levantarse de la mesa.
― Qué… ¿Para dónde vas? –preguntó
Nathan con la boca llena de omelette.
Adrian buscó una respuesta rápida y
el tono de voz adecuado.
― A darme una ducha… ¿Qué
esperabas?
Nathan entrecerró los ojos y le
dirigió una mirad llena de sospecha. Adrian la ignoró y empezó a caminar hacia
el pasillo hasta que su mirada se cruzó con la de Allen quien solo negó con la
cabeza lo que solo podía indicar que no podía ir a su habitación por ahora.
Él se preguntó el porqué ¿Había
sido tan difícil esconder un libro? ¿En serio?
Empezó a estudiar la posibilidad de
darse un baño. No apestaba pero igual, le daría tiempo para pensar en todo y
quitarse la mirada de Clea de la mente. Sobre todo tendría tiempo para alagarse
por su contacto con Melody. Quizá no era tan mala idea.
Adrian se encaminó a través del
pasillo que lo llevaba a las regaderas. Pero cuando pasó por aquella escalera
de madera podrida y pensó en su
libro, un escalofrío le recorrió la piel de la espalda y le erizó los vellos de
los brazos, rubios a la luz matutina del sol.
¿Podría ir a la habitación y
esconder el libro? ¿Por qué Allen no lo había ocultado? ¿Había algo en su
habitación? ¿Por qué lo sentía así?
Puso un pie en el escalón pero
instintivamente lo retiró. No era necesario armar ese escándalo solo porque el
libro estaba al descubierto. Podría tomarse su tiempo para ducharse y despejarse
y luego volvería a su habitación a sacer el libro y seguir ojeándolo.
Sí, buena idea.
Reprimió aquella sensación de apuro
dentro de su interior y siguió su camino hacia las regaderas. No sin antes
meditar un poco sobre el extraño brillo fucsia de los ojos de Clea. Como si
estuvieran poseídos. Un escalofrío le recorrió toda la espina dorsal y no pudo
contener una mueca y un suspiro cargado de sensaciones incómodas. Igual como
esa mañana… cuando la canasta de baloncesto había explotado en cuanto su mano…
¿Qué demonios me está pasando? Me siento raro. La explosión, el cofre, el
libro… ¿Por qué siento que todo está conectado?
Adrian tenía muchas dudas y pocas
respuestas justo antes de pisar aquel suelo de azulejos blancos y ver la cara
de Leah, la voluntaria –y sobrina –de la directora.
Era una chica demasiado seria.
Tenía el pelo oscuro y ojos grises. Siempre vestía ropa oscura, faldas de
cuadros y unas bailarinas rojas que, eran su único toque de color. Su carácter
–y manera de vestir –eran muy similares a las de su tía; pero, por otra parte
no parecía muy feliz de estar allí todo el verano.
― Hola Leah… Podrías ayudarme con
una toa…
Miró a Adrian de reojo y sin que pudiera de
terminar de decirle algo, le dio una gran toalla blanca y una llave de casillero
para su ropa.
Adrian abrió los ojos y caminó
recto unos tres pasos antes de girar a la izquierda. Las regaderas de los
chicos, no sin antes mirar a Leah quien hacía dibujitos en el aire con su dedo
índice.
Lo primero, quiero la pagina de personajes ya!!! Lo segundo... ME ENCANTA! A ver, a ver... Cada capítulo se pone mas interesante! Todo este rollo del libro, la chica punk y Adrian... Me gusta un montón! Ademas, hay cosas muy raras, y ya sabes que a mi las cosas raras me encantan! Quiero el siguiente ya, Dani! Muchos Besos!
ResponderEliminarPD: por cierto... Algo de un personaje que se llamaba como yo... Jejee
Jajaja mi querida reina! Jajaja tranquila estoy en esas, te va a encantar. Y creo que a Nathan, tu amor tambien!! Jajaja MUAKK!!
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