miércoles, 11 de julio de 2012

Capítulo 3

Bueno chicos, aquí les dejo el capítulo 3. Sé que he dejado el blog algo abandonado pero es que acabo de entrar de vacaciones y de verdad estoy muy atareada. Pero en fin, como le prometí he sacado algo de tiempo para escribir el capítulo, no sé si tenga una buena redacción porque no tuve tiempo de releerlo pero espero que les guste.
Oh y bueno la entrada de la encuesta la pondré un poco más tarde. Para darles los detalles.
Disfruten!





Adrian se despertó con la ligera sensación de que alguien lo observaba.

Tenía la frente sudorosa y sus oídos escuchaban los fuertes ronquidos de Nathan. Miró el reloj. Cinco en punto. Soltó un bostezo y se rascó los ojos. No podía dormir más.

Sin pensarlo se quitó las sábanas de encima y volvió a bostezar. Quizá podría ir a correr o simplemente ver si ya tenían listo el desayuno. A un mes de su libertad –su cumpleaños – se estaba sintiendo algo extraño.

Adrian tomó un pantalón que usualmente usaba para hacer ejercicio y los cambió por el de su pijama. Se puso una camisa blanca y sus zapatillas deportivas antes de salir de su habitación dejando los ronquidos de Nathan atrás.

Caminó lentamente por el pasillo iluminado tenuemente hasta las escaleras de madera casi podrida y las bajó lentamente dejando espacio entre el chirrido de una tabla y otra. Había neblina y no lograba distinguir muchas cosas a pesar de ya estar en la primera planta. Sin embargo empezó a caminar sintiendo frío pero sin perturbarse. Caminando sin sentido de orientación entra la niebla distinguió dos siluetas.

Al principio Adrian las ignoró. Debían ser de esos chicos que les gusta correr en las mañanas.

 Luego, a unos metros, distinguió unas mechas rosadas y un largo cabello castaño. Eran Clea y Melody.

Adrian se sintió perturbado por la primera. Y paralizado por la segunda. Se quedó en mitad de la cancha de baloncesto mirando el extraño comportamiento de las chicas que tenían cosas que hacer a las cinco de la madrugada. Sin embargo, no pudo distinguir nada en la espesa niebla que parecía hasta tragarse sus propios pensamientos. Las voces de las chicas que podrían escucharse, eran solo un frío silencio que a Adrian le empezó a doler. Y no fue hasta que Clea, vestida con una blusa negra con una calavera rosa, unos pantalones de licra y unas zapatillas deportivas color verde chillón empezó a caminar hacia el edifico de las habitaciones, que aquel sentimiento de opresión solo se volvió nerviosismo.

Estaba ahora cerca de Melody y por alguna extraña razón, la niebla empezaba a despejarse. A Adrian le empezó a latir el corazón tan fuerte como si estuviera a punto de sufrir un ataque. Una parte de él quería conocer en persona a Melody pero la otra, solo quería seguir allí como si nada pasara y olvidar. Cerró los puños y algo extraño ocurrió.

La cesta que estaba a unos pocos metros de él estalló.

Adrian retrocedió unos pasos tambaleándose un poco y casi cayendo de bruces, escuchó una voz.

― ¡¿Te encuentras bien?! –preguntó alarmada Melody quién estaba corriendo  hacia él.

Tenía el pelo recogido y los ojos violetas brillantes. Traía una blusa holgada blanca y unos pantalones negros con tenis azules.

Adrian sintió de nuevo su corazón latir y también el rubor en sus mejillas. Melody se le acercó y parecía que también se sonrojaba. Los ojos azules de Adrian se entrecerraron con picardía solo un segundo mientras se levantaba del suelo.

― Sí, tranquila. Estoy bien –respondió con lentitud esperando que su voz no se quebrara.

― ¿Qué ocurrió? –La voz de Melody sonaba curiosa pero a la vez había un ligero atisbo de que sabía lo que pasaba.

Adrian la miró un minuto. Tenía los ojos violetas encendidos.

― No lo sé, solo estaba aquí… calentando para correr y esa cosa –señaló la canasta chamuscada de baloncesto –de repente estalló.

Melody hizo un mohín estudiando la canasta pero a la vez se demostraba avergonzada y… ¿decepcionada? 

Adrian la miró confundido y aún ruborizado.

― Debió ser alguno de esos cables de luz.

Adrian siguió el trayecto de la mano de Melody hasta un par de cables negros a unos dos metros de la canasta.

― La humedad de la niebla debió alterar a alguno, generar corto, y quizá la electricidad se colocó allí porque bueno… es metal ¿no? –dedujo Melody.

Adrian se encogió de hombros. No le gustaba la física y esas cosas… O bueno ¿eso era física?... La escuela nunca había sido su fuerte. Ni siquiera creía que había sacado buenas notas en el preescolar pero… ¿Es que acaso estar en un orfanato no era suficiente tortura, como para sumarle ocho horas de escuela? En definitiva, lo era para Adrian. Pero al parecer, Melody pensaba diferente. Era inteligente y deductiva. Una característica que Adrian consideraba digna de admirarse. Además de sexy.

Hermosa y con cerebro.

Adrian se rió en su interior.

Melody se volvió a mirarlo y camino dando ligeros saltitos hacia él.

― Por cierto, soy Melody Carver –le tendió la mano a Adrian que notó como sus pequeñas uñas estaban pintadas de un rosa pálido. Chicas

― Lo sé… Te presentaste ayer en la cena ¿recuerdas? –dijo Adrian tratando de ser casual.

Melody hizo un gesto divertido.

― Pues entonces… eres el primero que puso atención a mi presentación. Los demás no saben ni siquiera que soy nueva –respondió casi riendo.

Adrian se ruborizó aún más.

― En realidad… yo… pues… -tartamudeó mientras ella lo miraba divertida –¡Tu hermano! Es compañero mío ¿recuerdas? –terminó.

Melody sonrió a medias.

― ¿Me disculparías si te digo que no logré ver tu rostro ayer? De ser así te recordaría perfectamente.

Adrian se sintió alagado en parte. Pero herido puesto Melody le acababa de decir que no era lo suficientemente interesante como para acordarse de que él era compañero de su hermano. Aunque bueno, esas no habían sido exactamente sus palabras. Pero igual, Adrian se sintió ofendido.

― Tranquila, en realidad, tu hermano me habló de ti –confesó Adrian.

Melody ni se inmutó.

― ¿En serio? –una mirada de desconfianza se posó en los ojos de ella -¿No será que tú le preguntaste?

Nervios de nuevo.

Adrian tomó aire antes de responder en un tono lo suficientemente convincente.

― No, para nada.

Melody miró al suelo avergonzada… ¿o triste?

Adrian se quedó paralizado de nuevo pero era por una razón diferente a la chica que tenía parada enfrente de él. Una corriente eléctrica le recorrió la espina dorsal y de repente se sintió amenazado. Y con un instinto infalible, increíble. Ahora se sentía poderoso pero a la vez amenazante.

Se hizo un silencio incómodo de esos que no son capaces de cortar ni con la más divertida de las conversaciones. Adrian apretó los puños y apartó su mirada de Melody quien estaba aún con la cabeza baja. Adrian se sintió incómodo y con un hormigueo en las manos.

― Oye, emm… tengo que irme. Adiós –dijo con la voz seca.

Decidió marcharse, dio largas y torpes zancadas antes de desaparecer detrás de la puerta de la vieja y empolvada biblioteca. No sin antes arrepentirse por su anterior actitud. ¡No le había dicho su nombre! Aunque, eso podría incitarla a investigar y si lo llegaba a llamar su nombre sería por algo.
Adrian respiró el aire viejo de la biblioteca.


Las tres horas que transcurrieron desde su huida del campo de baloncesto al desayuno, pasaron tan torpe y tan lentamente que a Adrian no le quedó más remedio que quedarse en la biblioteca un rato. A pesar de su odio al leer.

La señora Coop, una vieja de cabello blanco y corto, de piel canela y arrugada, con las cejas pintadas y ligeramente maquillada tras unos lentes trasparentes de marco dorado, le indicó a Adrian dónde podría encontrar algo con que entretenerse mientras esperaba a que las señoras llamaran a los chicos a comer su típica tortilla y jugo de naranja.
Había millones de secciones y a él le parecieron muchas más. Había de misterio, estudio, ciencia, artes, religión e incluso infantiles. Pero a Adrian una en singular le llamó la atención. Esta emitía un ligero canto que lo llamaba, algo singular que deseaba que él mismo tocara las cubiertas de aquellos empolvados y viejos libros.
La sección de “Historia Fantástica: Magia”

Adrian le dio las gracias a la señora Coop por su amabilidad y ella le respondió ligeramente con una sonrisa que emanaba tan solo, un bonito brillo familiar. Se dirigió a la estantería caminando con inseguridad y pudo ver a Tina, la chica “nerd” por primera vez con el cabello negro suelto y recién lavado. Un jersey verde oliva y una falda color marrón. Se encontraba con la mano en la mejilla mirando un libro demasiado grueso con detenimiento, de vez en cuando sonreía y algunas veces fruncía el ceño y se volvía a acomodar de nuevo buscando más emoción en su relato. Una punzada de envidia lo invadió y se preguntó qué hubiera pensado su madre de él en esos momentos. Siempre cargaba un libro a donde fuera, era su característica y su manera de distraerse en cuanto su pequeño hijo dejaba de pedir juegos y comida.

Su único hijo la recordaba como una mujer jovial y siempre dispuesta. Con amor para regalar y que, había sido quizá, la mejor persona con la que alguna vez, Adrian pudo hablar y compartir. La extrañaba cuando hacía frío pero el invierno solo le traía aquellos recuerdos del accidente en Octubre del 2000. Una parte de él seguía a sus convicciones de que alguien había matado a sus padres. Pero otra, solo se resignaba a vivir la vida tal y como quién sabe quién, se le había ocurrido para él.

Suspiró recordando a sus padres en silencio y levantando la vista a la estantería de metal que contenía muchos libros. Tardó en encontrar alguno de su interés pero en cuanto uno de pasta negra, cuyo título solo se resumía a secreta antiquis magicae, no duró mucho decidiéndose.

Adrian buscó un autor por la portada pero solo encontró su título extraño estampado con dorado frente a ese negro carbón de la cubierta. Lo tomó y se dio cuenta de lo grueso que era, pero, eso no lo asustaba, todavía podría ojearlo. Su peso no le impidió llevarlo a la mesa más cercana y dejarlo tendido sobre la mesa de caoba oscuro mientras se sentaba y se acomodaba como un chico con demasiados modales.

Tomo aire y miró a su alrededor, solo había un par de chiquillos en la zona infantil peleando por un libro de dibujo mientras la señora Coop trataba de servir de mediadora para que terminara el escándalo; y Tina, que seguía demasiado atenta en su mundo como para prestarle atención al chico sentado dos mesas atrás.

El cielo aún era algo frío y gris. Pero a la vez, aquel lugar emanaba un calor exorbitante… ¿o eran los nervios? ¿Por qué se sentía nervioso con aquel libro extraño en frente de él? Solo era un libro y lo peor que podía pasarle era cortarse con una hoja.

Deja de actuar como una niñita –se dijo Adrian mientras abría lentamente el libro.

Una energía lo invadió y se sintió como en casa.

Pero sobre todo…

Se sintió poderoso.


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