El
tren es tal cual como lo recordaba. El lujo y el estilo del Capitolio han
permanecido intactos desde la última vez que estuve aquí. El viaje será un poco
más largo debido a que la gente en mi Distrito no se ha preparado lo suficiente
como para recibirnos, y si me lo preguntan, yo tampoco me siento lista a
volver. Carmel tiene nuestro itinerario, debemos recibir nuestra “alabanza” en
la plataforma donde antes éramos condenados, seguidos del discurso de mi madre
sobre el honor y la victoria. Un banquete en la Plaza y luego una especie de
caravana hacia la Aldea de los Vencedores donde empezaremos a vivir a partir de
ahora.
Una
nueva casa, otra mudanza, un nuevo amor y una persona que merece una
explicación. Tengo tantas cosas en mi cabeza que ahora solo quisiera desaparecer
para tener que ahorrarme todo lo que se viene ahora. Cierro los ojos y de repente una voz me hace
volver a la realidad. La cruda y tonta realidad.
―
¿Qué te pasa? Has estado muy callada. Casi tanto como la primera vez –murmuró
Dima con su mano en mi hombro.
―
¿Y es eso malo? –respondo desafiante.
―
Pues si estás pensando lo mismo que pensé yo… Entonces sí –su tono sigue siendo
dulce.
―
¿Y si no es lo que tu pensaste? Somos diferentes –mi tono se relaja
―
Pues entonces, como tu mentora, me haría bien en saberlo –en su rostro empieza
a surgir una sonrisa. Una auténtica que me hace confiar en ella.
Ella
empieza a caminar y yo la sigo a través de los vagones del tren. Escucho a
Light y a Nial discutir en gruñidos pero dejo de escucharlos cuando una puerta
se cierra a mis espaldas y me deja en una preciosa sala de estar.
Sillones
amplios y de color crema, una mesa alargada de cristal y adornos con formas
geométricas y de colores metálicos. Pero lo que más me asombra es que cada uno
de los vestidos que usamos Light y yo en una especie de exhibición en unos maniquíes
casi exactos a nuestra apariencia. Dima se sienta en el gran sillón mientras
que yo recorro la estancia. Toco cada tubo transparente reviviendo cada escena
pero me detengo en mi traje de bailarina. Es el único recuerdo de todo lo del
Capitolio que me hace sonreír. Ese y los demás relacionados con Loren y lo que
descubrí, me hacen pensar que mi estadía en el Capitolio no fue tan mala.
―
¿Y bien? ¿Qué te pasa? –pregunta Dima con un tono de “casi-amigas”
La
miro y suspiro
―
¿Puedo confiar en ti? –respondo con otra pregunta haciendo una mueca
―
Pues por algo me seguiste aquí
Suspiro
de nuevo y pienso un momento en la que le voy a decir.
―
No estoy lista –digo
―
¿Lista? ¿Y para qué? –la cara de Dima se ve sorprendida.
―
Para volver, para tener que atenerme a cada cosa que me espera y sobre todo…
tener que explicarle a Kirk lo de…
―
¡Oh! ¿Eso es lo que te preocupa? –Contiene una risa -¿Tener que explicarle a un
chico que te enamoraste?
―
No, no es eso… Es solo que antes de yo venir aquí… Él y yo… Pues… Nos besamos –confieso.
Dima
abre los ojos un poco y susurra algo parecido a “Chicos”
―
Sí, nos besamos y tendré que verlo a los ojos ahora…
―
¿Desde hace cuanto te gustaba? –pregunta Dima interrumpiéndome
―
Desde que ingresé a la Academia de Profesionales.
―
¿Y él te dijo algo antes de la Cosecha?
―
Pues hablamos un par de veces pero no era nada especial.
―
¡¿Entonces qué te preocupa?!
―
¡No lo sé! Es que…
Dima
se levanta del sillón y camina hacia mí, colocando sus manos en mis hombros.
―
Escucha, creo que ya eres lo suficientemente madura como para definir a quién
quieres… ¡Has pasado por mucho! Lo menos que te debe preocupar es un chico que
tardó demasiado en ponerte atención.
Asiento
y me siento mejor.
―
Además, creo que eso lo estás exagerando, hay algo más ¿cierto? –continúa ella
―
Sí, es… los recuerdos –Dima me mira algo confundida –Los recuerdos de la arena
me están matando… No sé como lidias con ellos o como tratas de esconderlos pero
yo solo revivo muerte, tras muerte y tengo tanto miedo por volver que aumenta
todo y me pongo más nerviosa.
Dima
me mira a los ojos y me da una ligera sacudida
―
Sé a lo que te refieres y créeme es peor que los juegos mismos, pero tienes que
aprender a apreciar las cosas y tratar de aferrarte a lo bueno. No digo que sea
tu cura garantizada pero por lo menos ayuda. Y… Tienes a Light. Es bueno que
ambos se apoyen… Solo es aún más duro Ivy, no sabes cuánto.
En
ese momento empiezo a sentir su vacío. Ganar y atenerse a sus consecuencias. Al
miedo y al constante sentimiento de que ningún lugar es seguro y de que tarde o
temprano alguien llegará y te matará o te llevará de vuelta a esa pesadilla que
tratas de evitar constantemente. A ese agujero lleno de miedos y temores.
Un
agujero que solo puedes aceptar.
No
te queda nada más.
La abrazo y me siento extraña.
En
parte porque nunca lo había hecho y en segundo porque terminé consolando a la
que se suponía me tendría que consolar a mí.
Llega
la noche y con ella la primera y única parada del tren.
Carmel
sale a tomar aire fresco al igual que casi todos. Yo, me quedo mirando la
ventana que antes me parecía tan solo una imagen borrosa, quedarse con una sola
imagen. La de un bosque a oscuras…
¡Bam!
Un cañonazo.
Me
tapo los oídos y me repito que no es real. Ya gané y no puedo volver a la arena
nunca más. Mi madre no tendrá que angustiarse de nada. Será feliz. Tengo a
Light.
¡Basta! ¡Basta! –grita mi mente.
Cuchillos,
sangre, muerte, mutos, tiempo, cueva, veneno, hambre, herida, flechas, odio,
asesina.
Miles
de palabras que rondan mi cabeza. No lo soporto.
―
¡No lo soporto! –grito y lanzo el salero lejos. Solo antes de que alguien me
tome por sorpresa.
Unos
ojos ambarinos y que me suplican que me calme.
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