El cielo es bastante claro aquí.
Todo ha cambiado pero a la vez nada.
Veo todo diferente y a la vez mis ojos no han cambiado mucho. Siguen siendo
marrones y siguen en mí.
Mi pelo ha crecido bastante. Ahora me
llega a la cintura… Pero… Siento un vacío en mi estomago y en el corazón.
¿Qué ha ocurrido?
Despierto
desorientada en un cuarto blanco y lleno de un olor a óxido, sangre y suero. La
luz del techo me hace volver a cerrar los ojos en un acto por protegerme de su
gran resplandor.
No
estoy muerta después de todo.
Me
duele el abdomen, no veo nada a causa de una bata molesta de color marino, y
tan delicada que podría ser de satén y no sería nada extraño. El Capitolio está acostumbrado a ese tipo de cosas.
Mis
oídos no funcionan como deberían, un pitido continuo me llena la cabeza y la hace
doler aunque cuando trato de llevarme una mano para examinarla. Un gran
obstáculo me detiene. Estoy sujetada a la camilla.
Resoplo
y empiezo a recordar cada acción con detalle. Cada muerte y cada cosa que puedo
y que me diga algo del cómo y por qué estoy aquí. Tengo entendido que es para
los heridos de gravedad o los mentalmente inestables. Quizá haya calificado
como una luego de quedar inconsciente o luego de ser la chica más llorona en
toda la arena. Quizá en las dos. Sería entendible.
Un
montón de aparatos me destrozan la nube de pensamientos y me hacen reaccionar
de una manera espantosa. Tubos saliendo de mis muñecas, cables conectados a mi
cabeza y varios aparatos que con horribles sonidos hablan del estado de mi
cuerpo… Como si ya no lo supiera yo.
En
ese instante logro ver a un avox acercarse con una bandeja de metal y dejarla
sobre una mesita a mi derecha. No le pregunto nada. No me puede responder de
todas maneras. La veo desaparecer detrás de una puerta metálica que casi parece
impenetrable desde mi condición. Suelto un largo suspiro y trato de alcanzar la
bandeja lo cual, luego de varios intentos, logro alcanzar pero me asombra
bastante es el hecho de que la comida parece escaza en aquella metrópoli que
parece tenerlo todo. Aunque sé que esta excepción de exuberancia solo es por mí
y mi delicado estómago que podría vomitar aquellos panecillos y aquel estofado
antes de los juegos. Un plato blanco con una sopa cremosa de color amarillo, un
panecillo salado y un vaso de agua.
Empiezo
a tomar pequeños sorbos de la crema amarilla que aún está muy caliente para que
la tome normalmente. Es rica, luego de diez sorbitos me doy cuenta que es de
cebollas. Empiezo a roer el panecillo con movimientos robóticos y sincronizados
buscando a la única persona que empieza a preocuparme ahora.
Light.
¿Piensa
que morí? ¿Sabe él que estoy aquí? ¿Dónde está? ¿Está bien? Muchos
interrogantes, pocas respuestas concretas. Termino llena y algo ansiosa. Pero
justo cuando siento que mi cuerpo es liberado. Un olor penetrante a vapor y esencias,
hace que cierre los ojos de golpe y que en los siguientes minutos de mi sueño
forzado piense solo en él y en cómo será cuando lo vuelva a ver. Pero luego de
tantos nudos en mi cabeza empiezo a percatarme que no es al único que le debo
explicaciones de algún tipo.
De
regreso a casa, están mi madre y Kirk.
Salgo
dos días después con la apariencia más o menos saludable del brazo de Melanie.
Su sonrisa demuestra una bienvenida más cálida que cualquiera. No quiero
preguntar nada de los Juegos. Son ya un episodio en mi memoria que tengo lo
suficientemente claro luego de varios días de haberlos revivido mientras estaba
sedada.
Sin
embargo no puedo negarme el poder preguntarle sobre Light, aunque no sea su
estilista, es su hermana y tendrá que saber algo de él. La más mínima
información podría calmar ese dolor en el pecho que siento. O por lo menos
apaciguarlo mientras lo vuelvo a ver.
―
Tienes noticias de… -la voz se me apaga y se desvanece. Perdí mucha sangre
gracias a la herida de Dan y aún sigo débil, debo tomar un medicamento para no
desfallecer en la entrevista de esta noche. Lo bueno es que voy a estar sentada
todo el tiempo.
Melanie
sin embargo, logra entenderme y luego responde:
―En
realidad, quedó bastante perturbado cuando tu y Dan… -corta esa parte
desagradable que en mi memoria solo se revive una y otra vez ―Estuvo en
recuperación al igual que tu, le dieron de alta ayer pero pasó a visitarte
cuando estabas sedada. Se quedó contigo y no se fue hasta la madrugada.
Sonrío
con tristeza y pienso en su rostro un minuto. En todo lo que vivimos en cada
cosa que nos pasó. Al principio mis sentimientos por él eran confusos y yo misma
me los negaba hasta que por fin no me pude contener. Así empezó y no quería que
terminara.
Melanie
me conduce a un gran salón donde empieza de nuevo mi proceso de transformación.
Me quedo dormida sin embargo la depilación me hace despertar de golpe. Melanie
quiere cambiar un poco el estilo que usé antes de los juegos así que cuando es
hora de mi vestido me pasa uno de color verde. Es hermoso con tela vaporosa en
la falda y un lazo en mi cintura de un color metal. Mi pelo está cepillado y
las puntas están hacia afuera. Melanie me hace flequillo y me coloca el collar
de L y un par de brazaletes con las palabras Valentía y Amor. Dos
cosas que me salvaron la vida.
Una
ligera capa de maquillaje con mascara, rubor melocotón y brillo rosa pálido
termina convirtiéndome en alguien diferente. En una victoriosa, en una ganadora
y vencedora pero sobre todo, me hace ver bella aunque por dentro esté
lamentándome las muertes que causé.
Melanie
me besa las mejillas y me conduce hasta Loren. Le doy un abrazo rápido y le
sonrío. Él llora y me hace un nudo en la garganta. Le susurro un “Te quiero”
antes de volver a los brazos de Dima quien me conduce hasta un largo pasillo.
Es
hora de brillar otra vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario